lunes, 3 de octubre de 2011

CUEBTO

Cedido por el blog veoynoveo

Horror ala mar

Cris, era un niño muy bueno, cariñoso y muy simpático, apenas contaba seis años de edad y ya leía y escribía correctamente, las cuentas no se le daban tan bien, pero iba saliendo.


Su profesor estaba muy contento con él, era hijo único y estaba muy mimado por sus padres y abuelos.



Su padre, era un marinero muy querido y admirado por todos sus compañeros. Se tiraba grandes temporadas en el mar, y Cris lo echaba mucho de menos, sobre todo porque tenia muchas ganas de ver el mar que aún no lo conocía, a pesar de vivir muy cerca de la playa, casi a unos nueve kilómetros.



Su padre en el último viaje que hizo,  llegó a casa muy triste, había venido con permiso de diez días para descansar, ya que había estado casi mes y medio en alta mar.



Digo que el padre de Cris llegó a casa muy triste, ya que el capitán del barco enfermó y estaba muy grave, motivo por el cual tuvieron que regresar a tierra, donde los esperaba una ambulancia para llevarlo urgentemente al hospital.



Lo acompañaban dos marineros, de los quince que forman la tripulación del barco, uno de los marineros era el padre de Cris.



El capitán, con voz entrecortada iba dándoles consejos a los dos marineros que le acompañaban, entre ellos nombró al padre de Cris capitán del barco, mientras que él se encontrara enfermo.



Cris, en estos días de descanso de su padre, volvió a decirle que ¿Cuando lo iba a llevar ver la playa? Ya que tenia muchas ganas de conocer la mar. Esta vez su padre lo complació y lo llevó, el niño quedó entusiasmado al ver la grandeza del mar, pero no llegó a poner los pies en el agua, el mar estaba enfurecido y había un gran oleaje.



Cris, llegó muy contento a su casa, y fue contándole a su madre y a sus abuelos lo bien que se lo había pasado y la inmensidad del mar.



A la mañana siguiente Cris se levantó muy temprano, le hizo prometer a su padre que lo llevara en el barco en uno de sus viajes, a lo cual su padre lo complació, prometiéndole que cuando cumpliera doce años lo llevaría con él.



El tiempo se pasó muy rápidamente, y el padre de Cris no tuvo más remedio que cumplir su promesa, ya que recientemente acababa de cumplir la edad convenida.



Zarparon un jueves del mes Junio. Los marineros se encontraban muy a gusto con su nuevo compañero de viaje, y le fueron enseñando todo el manejo del barco, los instrumentos de navegación le encantaron, así como el mapa,  en el que su padre iba marcando las coordenadas con un compás que su abuelo le había regalado, cuando se embarcó por primera vez como marinero.



Cuando llevaban seis días en alta mar, Cris observó una noche que en palo mayor del barco se formaban unas lucecitas que resplandecían mucho, el niño preguntó a su padre lo que significaba aquello, y su padre le contestó que se trataba de los fuegos de San Telmo, señal inequívoca de que se avecinaba una tormenta.



A la mañana siguiente, efectivamente empezó a tronar y los relámpagos indicaban que los rayos estaban cayendo muy cerca de donde se encontraban ellos, se formaron olas de gran altura unidas a un fuerte viento.



De esta manera estuvo unas tres horas, la mala fortuna quiso que un rayo partiera una de las velas mayores, y quemara los instrumentos de navegación, así como el timón del barco, el cual quedó a la deriva.



En estas circunstancias todos estaban muy asustados, máxime cuando se abrió una brecha en el casco del barco y empezó a hundirse muy lentamente, los marineros avisaron a su capitán de que el barco se iba a pique; éste ordenó a la tripulación que se pusieran el salvavidas, y se arrojaran al mar, así lo hicieron, y Cris también se lanzó al agua.



Cris, no tenía salvavidas y casi estaba a punto de ahogarse, cuando su padre que lo estaba buscando por todo el barco y no lo encontraba, oyó un grito de ¡Socorro! que provenía del mar, era la voz inequívoca de Cris que estaba pidiendo auxilio. Su padre se quitó su salvavidas y se lo arrojó a su hijo al agua, sin pensar en el peligro que él correría cuando se lanzara al mar, -Esto es un gesto muy natural en un padre que esta siempre dispuesto a arriesgar su vida por salvar la de su hijo-.



Cuando el padre de Cris vio que el barco no tenia remedio y que le quedaba muy poco para hundirse se lanzó al agua y empezó por buscar a su hijo, este lo encontró a los
pocos minutos casi extenuado, le colocó bien el salvavidas, cuando una ola gigantesca lo arrastró hasta la orilla de la playa, Cris estaba casi muerto y medio inconsciente, cuando se le oyó soltar una palabra muy tenue, llamando a su mamá y a su papá.



Otra ola arrastró a su padre a la orilla, allí permaneció un gran rato, hasta que se despertó, tenia en la cabeza una herida y sangraba con abundancia, posiblemente recibió un golpe con algunos de los tableros del barco, porque aparecían dispersados por la arena de la playa. Se irguió, con mucho trabajo porque le dolían todos los huesos y lo primero que hizo fue rasgarse la camisa, y ponerse una especie de venda con ella, y así trató de contener la hemorragia.



Enseguida fue a buscar a su hijo, recorrió la playa y no encontraba nada más que restos de la embarcación, hasta que al fin a unos trescientos metros divisó unos bultos en la playa que le parecieron personas, corrió como pudo, y efectivamente, allí se encontraban los marineros del barco así como su hijo, todos extenuados y semiinconscientes.



Se arrojó sobre el cuerpo de su hijo, y como pudo, fue haciéndole la respiración artificial y poco a poco Cris  fue recuperándose y se reanimó un poco, Cris apenas descubrió la silueta de su padre se abrazo a él llorando amargamente, los demás marineros que se encontraban mejor, ayudaban a los otros a recuperarse.



Cris y su padre que eran los que mejor se encontraban, anduvieron unos metros y el padre de Cris tubo la suerte de encontrar una barrica de las que llevaban en el barco y que contenían unos alimentos, dieron voces a los demás marineros, que acudieron lo más pronto que pudieron, con gran avidez dieron buena cuenta de los alimentos que contenía la barrica, a los marineros que no habían podido llegar,  les guardaron su parte de comida, y empezaron a dársela con mucha calma y cariño.



Uno de los marineros que era muy fuerte y estaba más ágil, dijo a sus compañeros que iba a buscar sitio donde poder pasar la noche, ando casi unos ochocientos metros, cuando divisó la silueta de una persona, se acercó un poco más, y efectivamente se trataba de un pescador que estaba intentando de pescar con su caña de carrete en la orilla, ya que la mar se había ya calmado. El marinero, después de saludar al pescador, le contó toda la odisea que habían pasado, el pescador le escuchaba muy asombrado, se compadeció de los marineros,  recogió su caña de pescar, y con gran agilidad y destreza, se fue a buscar un furgón que tenia aparcado muy cerca del lugar donde se encontraban, subió al furgón a unos cuantos marineros, los que cabían en su pequeño furgón, los llevó a su casa, dejándolos al cuidado de su mujer, la que los iba reanimando dándoles un buen tazón de leche muy caliente, mientras que su marido llamaba por
teléfono a un puesto de socorro, para que auxiliaran a los marineros que habían quedado en la orilla de la playa.



Todos fueron atendidos por Cruz Roja, y una vez restablecidos fueron evacuados a sus respectivos domicilios para que se recuperaran definitivamente.



Cris después de haber pasado aquel susto tan tremendo, todas las ganas que tenía de ver la mar y de embarcarse, se le quitaron por completo, y no permitía que nadie hablara de esta odisea.



Los padres de Cris una vez que comprendieron que ya estaba totalmente recuperado, lo enviaron al instituto, aquí comenzó una nueva aventura para él.



Cris, asistía asiduamente a clase, le gustaba mucho aprender y se interesaba por todos los temas, todo marchaba bien, hasta que sus compañeros de clase lo invitaron a ir a la piscina, por no desagradarlos fue con ellos, pero al ver tanta cantidad de agua, vinieron a sus recuerdos el naufragio que tres años antes le habían marcado para siempre, sus compañeros de clase no hacían nada más que decirle que se bañara, a lo cual él decía que estaba un poco resfriado y que le molestaría mucho, aunque había algunos compañeros que empezaron a decirle que era un gallineta y un miedica.



Al día siguiente, en clase todos sus compañeros se mofaban de él, Cris se encontraba muy aturdido y acomplejado, ya no quiso ir a la piscina cuando a la semana siguiente gran parte de sus compañeros decidieron ir a refrescarse y hacer natación, en esta ocasión se fue corriendo a casa, y sin decir nada a nadie, se encerró en su habitación. Allí, tumbado sobre su cama lloraba de rabia por no atreverse a estar con sus compañeros, por la vergüenza que le entraba cuando le decían gallineta y miedica, se encontraba tan contrariado, que incluso llegó a contraer una gran depresión, por este motivo, empezó a estar en solitario, y ya en clase casi no se relacionaba con ningún compañero.



Así estaban las cosas y fue pasando el tiempo, hasta que un día, hacia la mitad de curso apareció en clase una nueva alumna. Se llamaba Paqui y, a pesar de su bonito pelo rubio, era muy fea, regordeta y con cara de pocos amigos.



La profesora, la señorita Miriam, presentó a la nueva alumna al resto de la clase, explicándoles que era de origen brasileño y que sus padres habían venido a España por motivos de trabajo, la señorita Miriam, recomendó a los alumnos  y alumnas que le ayudaran en todo lo que pudieran, los chicos de la clase cuchicheaban entre ellos – que fea es, y que gorda está, aunque todos coincidían que su pelo era muy bonito.



Tras acabar las presentaciones, la profesora indicó a la nueva alumna que se sentara junto a Cris que se mantenía callado en su asiento, este se puso tan colorado y puso tal cara de sorpresa, que todos empezaron  a carcajearse.



La niña, nerviosa por aquellas risas, cuyo motivo no comprendía, acabó tropezando, cayendo estrepitosamente contra el suelo, toda la clase empezó a reírse de ella, menos Cris que se levantó corriendo del asiento, le ofreció su mano y le ayudó a levantarse, ella se quedó mirándolo muy enrojecida, sus ojos estaban llorosos, y punto de estallar en llanto, aunque la mirada  entristecida que dirigió hacia Cris, mostraba cierto brillo de agradecimiento y muy tímidamente le dijo –gracias-, mientras la clase entera no paraba de reír.



La señorita Miriam se acercó a Paqui mientras que gritaba muy enojada: - ¡Callaros todos, al primero que se ría lo castigo! ¿No os da vergüenza de burlaros de un accidente? Así recriminaba a los alumnos por su mal comportamiento y reírse de una compañera, y... Acercándose a Cris lo felicitó, diciéndole, ¡Muy bien Cris! eres todo un caballero, así me gusta...


Cris, bajó la cabeza avergonzado por el inesperado halago de su profesora, aunque se sentía contento y orgulloso: Contento porque había ayudado a la niña, y orgulloso porque la profesora lo había felicitado por su buena acción.

Pasaron los días y los chicos y chicas de la clase seguían mofándose de Cris y de Paqui, cantándoles –El gallineta y la regordeta se van a casar-.



Poco a poco Cris y Paqui se fueron haciendo muy amigos, el uno y la otra se sentían muy a gusto cuando estaban juntos, y hablaban y hablaban sin cesar, sus caracteres eran muy similares y congeniaban muy bien, aunque el resto de la clase no paraba de incordiarles y cantarles estribillos.



Cuando ocurría esto Cris aconsejaba a Paqui: -Mira, tú no te enfades, porque si lo haces, entonces disfrutan más y no pararan de molestarte, si ven que tú no le haces caso, se cansaran y no se meterán más contigo.



La niña intentaba hacer caso a su amigo, pero le preocupaba mucho ver que no la aceptaban, ¿Porqué se meten conmigo si yo no les he hecho nada?



El pobre Cris, no sabía que contestar a su compañera, a fin y al cabo, que culpa tenia ella de si era fea y regordeta, o él mismo por tener tanto miedo al agua.



No hagas caso Paqui, los chicos de este pueblo tienen la fea costumbre de meterse con los forasteros, entonces ¿porqué se meten contigo, si tu eres del pueblo? Cris, no sabía como contestar, le daba vergüenza confesar a su amiga que le tenía pánico al agua.



Cierto día Paqui no acudió a clase, al día siguiente tampoco, ni al siguiente, Cris, la echaba mucho de menos y muy alarmado preguntó a su profesora si sabía algo de ella y a donde vivía, -No sé porqué no asiste a clase, pero te puedo dar su dirección-. Una vez anotada la dirección, cuando salió de clase, Cris, subió a su bicicleta y se fue al barrio donde le había indicado su profesora que vivía Paqui, la encontró llorando amargamente, hasta el punto de que Cris también se puso a llorar, pasaron unos minutos de esta manera, cuando Cris le preguntó que a qué obedecía su llanto, y cual era el motivo de no asistir a clase,  ella le respondió cabizbaja: -Es que no me atrevo a ir a clase porque se ríen de mí y eso me duele mucho- ¡No sé que puedo hacer! Cris, pensó que tenia que decirle a su amiga la verdad, y le contestó, -Se ríen de ti porque eres fea, y regordeta, ¿Qué?- replicó la niña que no le había oído bien-  -Es que eres fea, pero eso no importa, tu corazón es lo que cuenta y tú lo tienes muy lindo -Ya sé que soy fea pero yo no puedo hacer nada... Cris, se quedó pensativo un momento porque quería ayudarla, y entonces le dijo: ¿Porqué no pruebas a peinarte mejor el pelo, te puedes hacer unas coletas, y la ropa... la podías planchar todos los días e ir bien aseada, además, podrías ir todas las mañanas a nadar y así perderías peso...



Paqui, asentía con un leve movimiento de cabeza a todo lo que su buen amigo le iba diciendo, de pronto exclamó, -Pero si yo voy a nadar a la playa, ¿Tu me acompañarías?



Cris, se quedó pensativo e incapaz de contrariar a su buena amiga, -Bueno te acompañaré, pero con la condición de que yo no me bañaré- Paqui dio un salto de alegría, quedando para recogerla al día siguiente.



Cris, durante las siguientes semanas y antes de ir al instituto, acompañaba a su amiga a la playa, y nadaba una hora, sin que Cris se acercara a la orilla de la playa, pero si disfrutaba viendo como nadaba su amiga y compañera.



¡Venga Cris, métete en el agua que no está fría! –Es que no me he traído el bañador- y siempre tenía una excusa, hasta que un día Paqui le preguntó abiertamente. -Cris, ¿No será que le tienes miedo al agua?, Cris, al sentirse descubierto se sintió tan avergonzado que se levantó dispuesto a marcharse, Paqui, corrió tras de él hasta alcanzarlo y muy seria le dijo: -Pero si no pasa nada, a mi me da mucho miedo también de las cucarachas y cuando veo alguna si puedo me subo en una silla, así es que lo mío es mucho peor, Cris, aceptó a quedarse y ella siguió bañándose, mientras pensaba lo buena que era su amiga, que no se había reído de él y que merecía ser su amigo.



Poco a poco la niña empezó a dar un gran cambio, siempre iba bien peinadita, bien aseada y su ropa muy limpia, el ejercicio había hecho un milagro, porque de tanto nadar perdió los kilos que le sobraban.



Entre unas cosas y otras la niña que era tan fea, se estaba convirtiendo en una chiquilla preciosa, tenía unos ojos preciosos, y su pelo rubio se lo había dejado suelto, y su sonrisa irradiaba felicidad.



Tanto fue así, que todos los alumnos coincidían en que era una de la más guapa de la clase y envidiaban a Cris, por ser su mejor amigo.

Se aproximaba el final del curso, y la profesora propuso a sus alumnos el ir a la playa, para celebrar el buen comportamiento de todos ellos, que no  tenían que preocuparse
por la comida ya que ella prepararía todo. A Cris se le cayó el mundo encima, ahora no podía decir que no, y se sentía obligado a ir con toda la clase a la playa.



Así pues, fueron todos a la playa y se metieron corriendo en el agua, él se quedó en la orilla como de costumbre y se sentía avergonzado, pero estaba observando que sus compañeros de clase ya no se metían con él.



Permaneció tumbado en la arena contemplando como se divertían sus compañeros en la mar, y llegó la hora de comer, todo fue muy divertido, hicieron bromas, contaron chistes y se lo pasaron muy bien, pero de pronto se percató que su amiga Paqui no estaba allí, pues se había marchado, la buscó con la mirada y se tranquilizó cuando la vio nadando a los pocos metros de la orilla, levantando el brazo para saludarlo. La siguió mirando y súbitamente oyó que Paqui comenzaba a chillar, mientras que sus brazos se movían de una forma muy extraña: ¡Socorro! ¡Me ahogo! ¡Socorro!.



Sin pensarlo dos veces, y vestido como estaba, Cris salió corriendo, y se lanzó al agua, nadaba con mucha furia, hasta que llegó junto a su amiguita, la cual no paraba de gritar.



Cuando Cris llegó al lado de Paqui, esta se empezó a reír, mientras se bañaba tranquilamente. Se sumergió varias veces, y se acercó a Cris y le dijo muy contenta:
-¿Ves Cris? ¿Te das cuenta de que no era tan difícil?: Solo había que tener un motivo-.



Yo no me arreglaba y era muy fea, porque no tenía amigos que me importara que me vieran guapa, hasta que tú me ayudaste. Tu tenias miedo a nadar, pero cuando he hecho ver que me ahogaba, has tenido un motivo, y sin pensar en nada más que en ayudarme. ¡Gracias Cris!



-Gracias a ti Paqui, tú me has enseñado a no tener miedo al agua. Tras una carrera hacia la orilla de la playa, -que por cierto ganó Paqui-. Salieron del agua y sus compañeros y compañeras les aplaudieron a rabiar, muy contentos y orgullosos de tener unos amigos tan buenos como Cris y Paqui.


Ese día aprendieron una nueva lección, que se resume en breves palabras, consiste en que cuando existen motivos, se pueden mover montañas, y que un buen motivo es querer y ayudar a los demás.

 La anécdota de este relato es que la protagonista se llama como yo por eso me gusto y le agradezco a mi amigo que me lo donara

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